Lo vemos en el gimnasio y en la calle, la práctica totalidad de las personas que hacen deporte llevan su música favorita para animarse y hacer el entrenamiento más llevadero.

La música forma parte de la culta humana desde hace miles de años y en cualquier ámbito de nuestra vida es capaz de despertar todo tipo de emociones. Una canción es capaz de animarnos si estamos tristes e incluso de conseguir que nos levantemos del sofá y nos pongamos a bailar.

Cuando hacemos deporte movemos todo nuestro cuerpo y por eso la música es una buena compañera. Como expertos en coaching deportivo, sabemos muy bien que la música que escuchamos puede mejorar nuestro rendimiento.

Los expertos defienden que cuando escuchamos música interpretamos los síntomas de cansancio de una manera diferente, de forma que somos capaces de realizar un mayor esfuerzo físico sin ser conscientes de ello.

La música hace que nos embarguen sensaciones positivas, lo que contribuye a la motivación y a aumentar la autoestima. Esa motivación es capaz de aportarnos un extra de positividad y hacer que mejore nuestro rendimiento. De hecho, hay estudios que aseguran que algunos géneros como el pop y el rock son capaces de aumentar nuestra resistencia a la hora de practicar ejercicio.

La música es buena durante la práctica deportiva, pero también antes. Cada vez es más frecuente ver que tenistas o futbolistas escuchan su música favorita antes de entrar en el terreno de juego, esto es así porque la música contribuye a la relajación de la mente, algo que sin duda es imprescindible cuando hay que enfrentar una competición deportiva.

Pero eso no es todo. Un reciente estudio de la revista “Heart&Lung” ha puesto de manifiesto que escuchar música mientras nos ejercitamos mejora también el rendimiento cognitivo, haciendo que mejoren la capacidad de abstracción y la fluidez verbal.